Hola de nuevo a
todos, espero que les haya gustado la película que les aconsejé la anterior
semana (la familia Belier), a quienes la hayáis visto. Hoy os traigo una
historia de personas sordociegas, auténtica, real, de su día a día, de personas
que no se rinden y luchan por tener una vida normal, una vida como cualquiera
de nosotros, con nuestras aficiones o hobbies.
Son personas dignas
de conocer, supongo que sus familias estarán orgullosas de ellos, yo lo estaría,
porque no les debe de resultar fácil enfrentarse a la propia vida tal y como se
enfrentan a otro contrincante en un ring de boxeo, sí habéis oído bien “Boxeo”,
son personas sordociegas que tienen como vía de escape este hobbie a pesar de
su diversidad, a pesar de tener deficiencia auditiva y visual.
A continuación, os
voy a contar un poco sobre sus vidas y os dejaré un enlace por si os parece
interesante y queréis leer algo más al respecto.
Juanjo, 56 años, es
sordo de nacimiento y veía sin problemas hasta los 22 años. A esa edad empezó a
perder la visión de una manera muy lenta, le diagnosticaron el síndrome de
Usher, Aún ve algo, aunque muy poco. Su visión es muy reducida, se pierde el
campo visual periférico y se queda en visión tubular. Para ver mejor colocan a
su interlocutor en contra luz y se alejan un poco.
Bernardo, el
monitor, le toca y habla en lengua de signos, las manos y oídos de Juanjo son
las de Bernardo Iglesias.
Hoy toca boxeo. Subirse al
ring y disfrutar de la compañía de “El Bigotes”, el preparador del Club de
Boxeo Sevillano, con 30 años de experiencia, donde se distraen y socializan,
además con el boxeo amplían su red social.
Lo
importante del boxeo para él, aparte de salud, es tener relaciones sociales, que no solo se limiten a relacionarse
con la gente que trabaja en el centro y la asociación. Es muy bueno que
conozcan a nuevas personas. También hay que fomentar su propia autonomía, que
sean ellos quienes pongan sus límites”. Supone un aislamiento el no oír y no
ver. No escuchas nada y no estás ahí porque tú quieres. Estás privado de
estímulos sensoriales.
Algo así como “el
secuestro de los sentidos”, por eso justamente necesitan una liberación, y
qué mejor que con algo de deporte.
Aquí os dejo una pequeña muestra (una foto de
Juanjo con su entrenador “el bigotes”) y a continuación el enlace donde podréis
acceder a más información, ya que hay otros dos chicos sordociegos boxeadores,
Ismael y Miriam.
https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2016-01-17/boxeadores-sordociegos-combaten-en-el-ring-de-el-bigotes-su-aislada-oscuridad_1136826/
Ya está arriba en
el ring, él es Juanjo, con sus guantes tras colocarse las vendas y protegidas
las manos y las muñecas, aunque no sea fuerte, al menos pega rápido”, a su lado
El Bigotes, su entrenador. Juanjo sabe cómo cubrirse. Va muy rápido, a los tres
minutos, desencajado, como si el combate fuera de verdad, Juanjo se enfada. Es
una máquina de tirar golpes. El Bigotes finaliza el combate.
“¡Hay que parar, hay que parar!”. La piel
del boxeador sordociego se había puesto blanca en un punto muy sensible entre
las lágrimas de los ojos y la nariz. “Cuando eso se pone blanco no podemos
seguir. Juanjo se revoluciona dentro del ring. La adrenalina se le sube”, narra
El Bigotes, ya sentado en una silla de su despacho del gimnasio. El ring es la felicidad de sus sueños, nunca
rotos. Siempre luminosos.
Yolanda Hernández.